domingo, 29 de septiembre de 2013

Más de Montt

(Thebis: en Tebas / anno: año / CDLXXX: 480 / ante Christum natum: antes de Cristo /
complexum habes /  tienes un complejo /  
Oedipum: a Edipo / omnes: todos / vituperabant:  criticaban)

Lo que nos plantea la viñeta es si Edipo, que da nombre al célebre síndrome homónimo que nos diagnosticó a todos los varoncitos Sigmund Freud, tenía ese complejo o no...


 oOo

(Mors: Muerte / Helvetica: suiza)

La viñeta nos presenta a la Muerte armada no con una guadaña al uso, sino con un cuchillo o navaja de las que se han dado en llamar suizas: son una herramienta que incluye, además de cuchillo o navaja, otras varias funciones: tijera, abrelatas, descorchabotellas, lima, etcétera. 

Suiza, país plurilingüe donde los haya, se llama Schweizerische Eidgenossenschaft en alemán, Confédération suisse en francés, Confederazione Svizzera en italiano, y  Confederaziun svizra en romanche, pero su denominación oficial es Confoederatio Helvetica, en latín, o lo que es lo mismo CH, su código internacional.

oOo

 

























(Ultima hora!: ¡Última hora! /Omnes politici: Todos los políticos profesionalesduarum principalium factionum: de los dos partidos principales / decreverunt: han decidido se: que (ellos) / cras: mañana / patriam relicturos: abandonarán el país / et numquam redituros esse: y no volverán nunca más / ad rem publicam... liberandam: para liberar al Estado / ex omnibus malis: de todos sus males).

oOo


(nunc: ahora / preme: aprieta en / multiplicare: multiplicar / in panes et pisces: en "panes y peces"/
Fotoshopp lectiones: clases de Fotoshop / in Caelo: en el cielo )

oOo

 (omnes: todos / habemus: tenemos / ius: derecho / ad iustum (prae)iudicium: a un (pre)juicio justo)

Una de las frases hechas más cacareadas es que la justicia es igual para todos; otra, que todos tenemos derecho a un juicio justo. Montt hace un juego de palabras juicio/prejuicio y lo que dice el personaje de su viñeta es que  ya que los demás se hacen una idea de nosotros a priori, es decir ya que nos juzgan antes (prae- en latín) de conocernos y nos cuelgan un sambenito, deberíamos exigir que ese pre-juicio sea justo. Observa la relación etimológica de IUS (derecho, justicia) con IUSTUS (conforme a derecho, justo) y su negación IN-IUSTUS, con IUSTITIA e INIUSTITIA, que son las cualidades, y con IUDICIUM (juicio) que es el dictamen de un IUDEX (juez); precisamente el IUDEX es el que IUS DICIT, es decir, el que dice lo que es de derecho. Frente a IUDICIUM (juicio) ya existía en latín PRAE-IUDICIUM, que evoluciona en castellano a pre-juicio, por supuesto, pero también a per-juicio, lo que sugiere lo perjudiciales que suelen ser los prejuicios a la hora de relacionarnos con los demás y conocerlos.

oOo

 (si necesse erit: en caso de que fuera necesario / crystallum rumpere: romper un cristal /
rumpe crystallum: rompa el cristal / tantummodo: solamente / in casu periculi: en caso de peligro)
oOo

(ille: ese / mihi: a mí / non uidetur: no me parece / uera statua: una estatua de verdad / esse: que era / certe: cierto)

oOo

 (nonne: ¿No...? / igitur: así pues / genium: un genio / desiderabas: deseabas)

oOo



(nonne: ¿acaso no... ? / habes: tienes / amorem proprium: amor propio /
proprietarius: propietario / non sum: no soy,
sed: sino / inquilinus: inquilino).

oOo

(collegae: colegas / primus passus: el primer paso/ ad problema resolvendum: para resolver un problema / est: es / admittere: admitir / problema nobis esse: queque tenemos un problema /
 in congregatione: en una reunión / mathematicorum anonymorum: de matemáticos anónimos).

oOo

viernes, 20 de septiembre de 2013

Irse de casa



En algún País Semanal de hace algunos años, tal vez muchos, no puedo precisarlo, leí esta reflexión de hondo calado que hace Antonio Muñoz Molina sobre el hecho de estudiar lejos de casa, y que os ofrezco; una reflexión que se vuelve muy oportuna ahora que comienza un nuevo curso, y que algunos de vosotros, como el autor de este texto, con apenas dieciocho años cumplidos o todavía por cumplir, van a asomarse a una ciudad desconocida, lejos por primera vez del nido familiar, para iniciar estudios universitarios y otro aprendizaje no menos enriquecedor.

Resulta en otro orden de cosas pero relacionado con eso y con la Odisea de Homero muy interesante también la comparación que hace el artículo con el joven Telémaco, el hijo de Ulises/Odiseo, que fue en busca de su padre, al que no encontró, pero, por contrapartida, en el camino, como dice Muñoz Molina, hizo el descubrimiento inesperado de "su propia identidad de adulto". 

 Telémaco es recibido por el anciano Néstor en Pilos, según E.A. Bourdelle.
Irse de casa es probablemente la primera tarea necesaria en la educación de una persona joven. En la Odisea, que contiene casi todas las narraciones posibles sobre el desarraigo y el regreso, sobre los descubrimientos que aguardan en el entorno más cercano y doméstico y también en los abismos del mar y en las oscuridades del reino de los muertos, el joven Telémaco abandona la isla cerrada y segura de la infancia y el agobio de la casa materna para emprender un viaje en busca de su padre perdido, y en el camino lo que encuentra es su propia identidad de adulto.

Las pruebas y los terrores de la mitología antigua los encuentra cifrados en la vida de Dublín un día de junio de 1904 el moderno Telémaco Stephen Dedalus, que es un autorretrato de James Joyce y también una recapitulación de todos los héroes jóvenes de la literatura, de ese momento en la biografía de cada uno de nosotros en el que se nos presenta la tentación y el desafío, la necesidad de romper con el abrigo y la sombra de nuestros padres y el miedo a una intemperie en la que fácilmente nos podremos perder.

Los mitos, los personajes o relatos literarios, son cristalizaciones poéticas de la experiencia común. Se ha hecho mucha literatura, buena y mala, sobre el regreso a Ítaca, a la patria añorada, pero Ítaca, como aprende Telémaco, es también un lugar del que hay que marcharse a una cierta edad. 

 De la Ítaca de las complacencias infantiles y las rutinas familiares podían marcharse los Telémacos de provincias camino de la Universidad, y su principal aprendizaje no estaba sólo en las aulas o en los libros, sino en la exaltación de estar lejos, de enfrentarse a una ciudad desconocida y generalmente grande y verse forzado a tratar con personas completamente ajenas a la nómina estrecha del vecindario nativo y los lazos familiares. Pocas veces he conocido tan intensamente la felicidad y el miedo como la primera noche que me vi solo en Madrid, en vísperas de cumplir 18 años, cuando dejé mi maleta en el cuarto de la pensión y salí a dar una vuelta por lugares que aún conservan para mí un brillo de noche urbana y mitológica, después de tantos años, la plaza de España, con sus torres de vértigo para la mirada pueblerina del recién llegado, la rampa luminosa de la Gran Vía, con los faros de los coches y los letreros de los cines. 

Otras lecciones, otros saberes se olvidan: pero la emoción de encontrarse uno soberanamente solo en una ciudad donde cada paso le conduce a un nuevo descubrimiento es un aprendizaje que no se acaba nunca, que lo sigue guiando a uno hacia otras ciudades, que se repite con todo su primitivo entusiasmo cada vez que se examina una nueva habitación, se asoma a la ventana, se lanza a la calle.

Las aulas de la Facultad, los corredores, las bibliotecas, no nos atraerían tanto si no estuvieran lejos de nuestro mundo diario, y las mujeres con las que nos cruzamos serían menos deseables si no tuviesen un acento forastero. Desde la Edad Media, las universidades habían ofrecido al mismo tiempo la posibilidad de aprender y la invitación al viaje. Por algún motivo, en la España de las últimas décadas, el aire viajero de la enseñanza universitaria fue dando paso a una gradual parálisis de sedentarismo: habiéndose fundado una universidad casi en cada comarca, y volviéndose cada vez más impermeables las fronteras entre autonomías, el único viaje factible llegó a ser el viaje de estudios, en el que jamás nadie aprendió nada, a no ser los efectos de las primeras resacas y la deprimente monotonía de los claustros románicos y de los olores en los hoteles de tercera. 

A Telémaco ya nada le alentaba a salir de su isla, pudiendo estudiar sin alejarse de la comida casera, y colocarse enseguida en alguna consejería sin los sobresaltos amenazadores del mundo exterior. Ahora se ha creado el distrito universitario único, supongo que para aliviar un poco el paletismo vernáculo, pero parece que sólo una parte mínima de los estudiantes se anima a alejarse de los paisajes vecinales. Se habrá perdido la costumbre, o el instinto juvenil de marcharse, y además dicen los expertos que el dinero para becas es muy escaso, y que no hay muchas familias lo bastante prósperas como para costearle a un hijo los estudios en una capital lejana.

 Regreso de Telémaco, que es recibido por su madre Penélope, según Antonio Canova.

En mi calidad de antiguo becario y antiguo fugitivo, creo que irse a estudiar a una universidad de otras tierras no debería ser sólo aconsejable, sino también forzoso. En cuanto a las becas, ¿no habría dinero de sobra para quien lo mereciera con sólo rebajar una parte del que se tragan cada día, con el único fin de difundir la grosería y la ignorancia, las televisiones oficiales?












Antonio Muñoz Molina
El País Semanal

lunes, 9 de septiembre de 2013

Cicerón, de rabiosa actualidad



Dos periódicos españoles de distinta orientación política como son La Razón, de derechas, afín al  gobierno, y Público, de izquierdas, crítico con sus políticas neoliberales,  se han ocupado recientemente de la publicación entre nosotros del libro del profesor norteamericano Philip Freeman titulado “Cómo gobernar un país”, editado por Crítica. El autor, profesor de lenguas clásicas, publica, bajo ese título,  una breve antología personal del pensamiento político de Marco Tulio Cicerón en edición bilingüe en latín y castellano, donde recupera la filosofía del célebre orador y escritor que llegó a ser cónsul de la república romana.


El artículo de La Razón, publicado el 2 de septiembre y firmado por J. Ors, se titula “Lecciones de Cicerón para los políticos de hoy”, y  hace valoraciones de tipo general como las siguientes (cito literalmente): En esta época de corruptelas y de camarillas, donde la voluntad y la inteligencia son denostadas y, en cambio, se recompensan las maniobras arteras de los espíritus sin escrúpulos, hay que volver la mirada hacia los que dictaron las leyes del buen gobierno. Que los discursos de Cicerón todavía sigan vigentes dice mucho del orador, pero bastante poco de nosotros, que da la impresión de que continuamos anclados en las servidumbres del dinero, en la ambición provinciana de querer subir por la escala jerárquica.

Para el periodista de La Razón, Philip Freeman ha recuperado en su libro la figura del filósofo romano para extraer un puñado de lecciones vigentes para los desorientados y tan poco queridos políticos profesionales de hoy. Dice literalmente:  En la actual España, recuperar la voz de un cónsul del siglo I antes de Cristo sólo demuestra que la sociedad evoluciona, pero que los hombres siguen tropezando en los mismos vicios de ayer.

J. Ors cita algunas reflexiones de Cicerón de rabiosa actualidad, como la siguiente: «No hay vicio más execrable que la codicia, sobre todo entre los próceres y quienes gobiernan la nación, pues servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable». 


El artículo de Público, edición digital, aparecido el 7 de septiembre y firmado por  A. Torrús, se titula directamente por su parte: “Diez consejos de Cicerón a Mariano Rajoy”. El autor no sólo considera que el pensamiento de Cicerón sigue de plena actualidad tras la lectura del libro de Freeman dos mil años después, sino que además se atreve a extraer de él algunos consejos que le brinda personalmente al presidente del gobierno de la nación.

El primero es que la corrupción destruye a la nación. Para Cicerón, subraya A. Torrús, la corrupción se había convertido en un verdadero cáncer que devoraba el corazón del Estado. Y nos recuerda cómo el joven Cicerón, cuando todavía no era más que un desconocido, se enfrentó y derrotó en los tribunales al corruptísimo exgobernador de Sicilia, Gayo Verres. 

Otro de los consejos es que la inteligencia y la formación culturales (incluido el dominio de los idiomas extranjeros, especialmente del inglés, apunto yo; nunca es tarde para aprenderlo) no son cosas superfluas u ornamentales que estén de más en un gobernante, sino necesarias para  la gobernanza, como dicen los mandamases cuando no optan por el horrísono término de gobernabilidad, de un país en los tiempos actuales. 

Cicerón también opina que el gobernante debe poseer una integridad moral excepcional. El buen gobernante debe "destacar por su coraje, aptitud y su resolución". En su opinión presidir un país es como gobernar una nave, sobre todo cuando empiezan a soplar vientos de tempestad: si el capitán no es capaz de mantener un rumbo constante, la travesía se resolverá en desastre para cuantos viajan a bordo.

Esta comparación que hace Cicerón, apunto yo, entre presidir un país y gobernar una nave viene de muy atrás, de tan atrás como que para los romanos la palabra GUBERNUM, que es el origen de nuestro “gobierno”, significaba en principio“timón de una nave”, es decir, gobernalle, y el verbo GUBERNARE, antes de evolucionar a “gobernar” en sentido general, significaba “dirigir una nave manejando el timón”. 

También el arpinate (Cicerón había nacido en Arpino, una pequeña localidad latina) le aconsejaría a nuestro presidente del gobierno, según el periodista de Público, que no hay que subir los impuestos salvo que sea excepcionalmente necesario. "Quien gobierne una nación debe encargarse de que cada uno conserve lo que es suyo y de que no disminuyan por obra del Estado los bienes de ningún ciudadano", señala.

Otro de los consejos que el periodista extrae del libro y se lo brinda a don Mariano Rajoy es que jamás hay que empezar una guerra injusta. Esta máxima de Cicerón cobra especial relevancia cuando se ha conocido el apoyo incondicional del Gobierno, que no del pueblo español, a la decisión del premio Nobel de la Paz, ¡qué paradoja!,  el presidente de los Estados Unidos de América Barack Obama, el nuevo Martin Luther King,  como quisieron ver algunos ingenuos en él,  de lanzar una ofensiva militar, es decir, de hacerle la guerra sin eufemismos, a Siria.

Por mi parte, además de alegrarme de que la lectura de un clásico como Cicerón, al que traducen a duras penas todavía hoy nuestros alumnos de Latín de 2º de Bachillerato,  siga resultándonos de provecho, aprovecho, valga la redundancia,  para recordaros algunas máximas ciceronianas especialmente celebradas:
-Cedant arma togae! (¡Cedan las armas a la toga, es decir, al poder político! Aunque entre nosotros la toga representa al poder judicial, para los romanos era el símbolo del poder político).
-O tempora, o mores! (¡Oh tiempos, oh costumbres! Queja eterna de quien lamenta la corrupción de los tiempos y la decadencia de las costumbres actuales)
-Dum spiro, spero (Mientras hay vida, hay esperanza: Juego de palabras entre “spiro” estoy vivo porque respiro,  y “spero” albergo una esperanza).
-Legum serui sumus ut liberi esse possimus. (Somos esclavos de las leyes para poder ser libres)
-Summum ius, summa iniuria. (Máxima justicia, máxima injusticia. Quiere decir Cicerón con estas palabras aparentemente contradictorias que llevar la justicia a sus mayores extremos puede resultar una tremenda injusticia al fin y al cabo).
Y, por supuesto: Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Suele utilizarse a veces este latinajo cambiando el vocativo que va entre comas y colocando el nombre propio de quien sea objeto de nuestra invectiva: ¿Hasta cuando en fin abusarás, Catilina o el político corrupto de turno que venga a ocupar su sitio, de nuestra paciencia?

viernes, 6 de septiembre de 2013

Infinitas islas griegas ("Lágrimas" de Hölderlin)




Tränen

Himmlische Liebe! zärtliche! wenn ich dein
Vergäße, wenn ich, o ihr geschicklichen,
Ihr feurgen, die voll Asche sind und
Wüst und vereinsamet ohnedies schon,

Ihr lieben Inseln, Augen der Wunderwelt!
Ihr nämlich geht nun einzig allein mich an,
Ihr Ufer, wo die abgöttische
Büßet, doch Himmlischen nur, die Liebe.

Denn allzudankbar haben die Heiligen
Gedienet dort in Tagen der Schönheit und
Die zorngen Helden; und viel Bäume
Sind, und die Städte daselbst gestanden,

Sichtbar, gleich einem sinnigen Mann; itzt sind
Die Helden tot, die Inseln der Liebe sind
Entstellt fast. So muß übervorteilt,
Albern doch überall sein die Liebe.

Ihr weichen Tränen, löschet das Augenlicht
Mir aber nicht ganz aus; ein Gedächtnis doch,
Damit ich edel sterbe, laßt ihr
Trügrischen, Diebischen, mir nachleben.



Lágrimas

Celeste, tierno amor, si llegara yo
de ti a olvidarme… ¡Oh islas fatales, oh
ardientes, que ceniza sólo
sois y desierto y ya asoladas,

queridas islas, ojos que enhechizáis,
vosotras sólo ya me importáis a mí,
orillas celestiales donde
idolatrado el amor expía!

Con gratitud sirvieron los santos, pues,
a la belleza en tiempos allí y también
los fieros héroes y se alzaron
árboles muchos allá y ciudades

visibles como un hombre sensato;  ya han
los héroes muerto, e islas de amor están
borradas casi. Así, engañado,
loco, el amor estará en el mundo.

Vosotras, tiernas lágrimas, no borréis
luz de mi vista toda; dejad que algún
recuerdo, falsas y furtivas,
porque yo muera feliz, perviva.





El amor del poeta alemán Friedrich Hölderlin (1793-1843)  por la antigua Grecia le llevó a cultivar metros y estrofas clásicas, que adaptó a su lengua, como esta estrofa alcaica,  que hemos reproducido en la traducción y que lleva el nombre del poeta griego Alceo, compuesta por cuatro versos: dos endecasílabos agudos, un eneasílabo y un decasílabo, donde la ausencia de rima, que los griegos y romanos desconocían, se compensa con una distribución rítmica regular de tiempos marcados y no marcados que se repite dentro de cada verso.  



Sobre Hölderlin ha escrito el profesor Francisco Rico: “Su poesía muestra una síntesis panteísta entre el espíritu dionisíaco y el cristianismo, en un intento por conciliar al hombre con lo divino y de imaginarse a sí mismo como profeta de una nueva era de la humanidad (y en especial de la patria alemana) alentada por el espíritu de Grecia. Hölderlin concibe vida y poesía como una misma entidad, a la manera romántica, pero en la factura del verso y de la estrofa trabaja con delicadeza la métrica tradicional…”



En 1807 se volvió loco y desde entonces vivió recluido en una torre hasta el día de su muerte. Escribió poemas, un relato epistolar titulado “Hiperión” y una tragedia inconclusa “Empédocles” impregnados de lirismo. En la tragedia, el filósofo Empédocles se suicida arrojándose al cráter del volcán Etna, como si quisiera  morir para renacer, en una mezcla del espíritu pagano de Orfeo en su viaje a los infiernos y de Jesucristo resucitado.



Ha influido en muchos poetas posteriores de todo el mundo, y,  en cuanto a las letras españolas se refiere,  especialmente en la poesía de Luis Cernuda, que tradujo del alemán además algunos de sus poemas a nuestra lengua.